MUJERES EN EL “CAMINO” IV. OTRAS PRESENCIAS FEMENINAS EN EL CAMINO

by Mercedes G. Rojo

Hemos hablado hasta ahora de las peregrinas que han sido en el Camino de Santiago a lo largo de todos los tiempos, principalmente en aquellos momentos en que su presencia se veía limitada por su situación en la sociedad del momento. Nos hemos acercado someramente a sus dificultades y a la trascendencia que sus viajes tuvieron tanto en su época como en fechas posteriores, incluso a pesar de lo poco que nos ha llegado de ella; pero no fue esta la única forma de hacerse presentes en el Camino. Rastreando documentos y obras a través de los tiempos podemos observar como también dejaron su impronta en él personajes tan variopintos como las benefactoras, las posaderas o las pícaras, personajes estos últimos abundantemente recogidos, sobre todo, a través de la literatura y el folklore y que inclina la balanza más hacia el lado negativo de lo que las mujeres aportan en el mismo que hacia el lado positivo, cuya labor queda señalada en documentos que, naturalmente, son de difícil acceso para el vulgo común. Aún falta una investigación a fondo de todos estos aspectos indicativos de que la presencia de la mujer en el Camino fue mucho más importante de lo que podría creerse a simple vista. Mientras llega, dejo algunas pinceladas acerca de los mismos que tal vez sirvan como curiosidad o tal vez como acicate para adentrarnos de manera personal en esa búsqueda de rastros.

Comenzando por las benefactoras, señalaré que algunas mujeres de la época más destacable de las peregrinaciones se convirtieron, por devoción y medios, en impulsoras de hospitales y refugios en el Camino de Santiago, a los que además solían dotar con diversos recursos para que los peregrinos se vieran atendidos en sus necesidades durante su peregrinaje. En tal sentido nos han llegado ejemplos como el caso de la reina Isabel la Católica, impulsora del Hospital Real de Santiago de Compostela (hoy Hostal de los RR. Católicos), que además dotó a menudo de medios. Otro de los ejemplos más documentados es el caso de Doña Elvira González, “la cordobanera” (ilustre y adinerada soltera de Burgos), gracias a cuyo testamento  (del 12 de julio de 1337) se constituyó el  Hospital de Santa María la Real de Burgos, que además se encargó de proveer con “Cien pares de zapatos para romeros y romeras de camino” y de dejar instituido que anualmente se dieran otros 50 pares. También ordenó para el hospital fundado que no faltara el vino para los peregrinos, “mantengan las cubas buenas e sanas”, dando incluso recomendaciones para el cuidado de las bodegas con sus cubas. Así mismo, para el caso de que un romero o romera enfermase en el hospital, dispuso se le  diera cada día pan, vino, garbanzos y legumbres u otra cosa que se entendiera buena para la salud. El mismo celo que puso en que no les faltara vino lo impuso en separarlos, uniéndose a la costumbre de muchos de ellos por impedir o dificultar los “amoríos” que se podían dar a lo largo del Camino. No se fiaba ni de las preñadas salvo que fuesen romeras que pasasen de camino.

Otro caso de presencia femenina en el Camino es el de las posaderas. En los distintos testimonios y documentos referidos al mismo, aparecen nombres femeninos ligados al desempeño de la regencia de posadas a lo largo de éste.  En algunos casos, es la propia mujer quien las regenta y en otros aparecen ligadas al nombre de maridos. El carácter de su presencia  varía pues aunque hay algunas que entran dentro de la picaresca,  por el abuso que hacen o intentan hacer de los peregrinos, hay muchas otras que resultan honorables y dispuestas a cubrir las necesidades básicas de los peregrinos (sirva de ejemplo la posadera reflejada en el poema de la Virgen Peregrina de Leiva que  recogeremos en otro apartado).

En esta presencia, tendremos también a las pícaras, habitualmente mujeres, hijas y mozas de servicio de posaderos a lo largo de todo el Camino,  que se convierten en mano ejecutora de la picardía de los mismos y en incitadoras, con insinuaciones, a los peregrinos que llegan en “ayunas” en dichos menesteres.  Algunos de estos casos quedan perfectamente reflejados en leyendas, romances, canciones y otras expresiones de la tradición oral que acompañaban a los peregrinos. En determinadas circunstancias, los romeros llegaban a quejarse de que les daban brebajes con los cuales les adormecían para después robarles, aunque esta última modalidad solía practicarse a lo largo del camino sin necesidad de realizarse en las posadas donde solían utilizarse otras mañas basadas en el engaño. No llegaban a la categoría de las meretrices, también presentes a lo largo de los diversos puntos del Camino, pero algunas llegaban a utilizar muchas de sus artes para embaucar a los peregrinos. Uno de los  ejemplos más significativos nos lo da el propio relato de “La Pícara Justina”, novela picaresca del siglo XVII, que presenta muchas situaciones al respecto del trato a los peregrinos.

Seguir el rastro de los distintos tipos de presencia  femeninas a lo largo del Camino de Santiago, especialmente durante la Edad Media, época de mayor esplendor de las peregrinaciones, nos llevaría sin duda a la conclusión de que –al igual que en el resto de sectores y circunstancias de las sociedades del momento- ellas también tuvieron su papel, a veces para bien, a veces para mal; y que estuvieron más presentes de lo que la Historia ha dejado trascender, descubriéndonos a través de su huella los pormenores de las circunstancias a las que a diario se veían sometidas. De momento aquí quedan estas pocas pinceladas  a modo de curiosidad de un fenómeno frente al cual, a pesar de una presencia mucho más equilibrada en función de sexos, hay peligros para las mujeres que se siguen manteniendo más allá del tiempo.

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