Guzmán el bueno, entre la realidad y la leyenda.

By Mercedes G. Rojo.

Serie: De héroes y otros personajes.

            ¿Hablamos de héroes? Quiero presentarles a uno de origen leonés. Al llegar a la ciudad su estatua nos recibe, apenas traspasamos el puente de los Leones, separando las estaciones de tren y de autobuses del resto de la ciudad. Su posición ha acuñado la célebre frase: “Y si no te gusta León, por ahí se va a la estación”. Es Guzmán el Bueno, uno de esos personajes que forman parte de la historia de toda ciudad, pero pocas veces realmente conocido. Si hoy preguntásemos entre la ciudadanía leonesa quienes conocen realmente algún dato histórico de dicho personaje, más allá del transmitido por la leyenda construida sobre la muerte de su hijo pequeño, y su relación con dicha ciudad, ¿cuál sería la respuesta?  ¿Nos sorprendería ver que una inmensa mayoría los desconoce? Igual ocurriría con tantos otros nombres ligados a nuestra historia a lo largo de los siglos con recuerdos apenas dejados en el nombre de una calle o en una placa.

Foto antigua mostrando la estatua de Guzmán el Bueno, en León. Fuente: Pinterest

            Guzmán el Bueno ha sido tratado por la Historia muy de pasada; apenas encontramos más referencias a su persona que las que la leyenda creó con motivo del sitio de Tarifa, origen de la misma.  Vivió en una época llena de intrigas con habituales relaciones extramatrimoniales entre nobles, donde las luchas de poder se sucedían entre las distintas ramas de las familias nobiliarias, y en un momento en el que se buscaban alianzas con los pueblos musulmanes para conseguir mayores parcelas de poder. En estas circunstancias, Guzmán se convirtió en uno de esos personajes cargado de luces y sombras, más sombras que luces, del que ha pervivido una imagen mezcla de leyenda y realidad, entre la que es difícil seguir el verdadero trazado de su vida.

            Pasó  gran parte de su existencia entre campañas bélicas, en una España que era un mosaico de nobles cristianos e ilustres musulmanes  que lo mismo se aliaban para conquistar nuevos territorios y obtener más poder mientras luchaban entre sí. Esas luchas permitieron a Guzmán ganar posición y poder en las Cortes españolas, hasta convertirse en una de las  fortunas más importantes de aquella época,  origen de la casa de los Medina – Sidonia, uno de los linajes nobiliarios que más poder e influencia alcanzarían en  España en siglos venideros, aunque él no llegara a ostentar el título que sí fueron heredando sus descendientes. Seguir la pista  de su vida, la mayor parte ligada a dichas luchas, es ardua tarea, encontrándose más referencia a su persona y actos en las crónicas musulmanas que en las cristianas.

            Comencemos por el principio. Nació  Alonso Pérez de Guzmán en León, el 24 de enero de 1256, en el antiguo palacio de los Guzmanes, situado junto a San Isidoro. Desde ese mismo momento su origen se tiñe de leyenda, pues parece haber sido hijo de Pedro Núñez de Guzmán, militar y noble perteneciente a la rama de los Guzmanes asentada en tal provincia con propiedades y señoríos en la montaña, pero alternándose el nombre de su madre – según las fuentes – entre el de Isabel, doncella leonesa fallecida en el parto,  y el de Urraca Alfonso, hija ilegítima del rey leonés Alfonso IX, y a quien se la consideraría  supuestamente casada por breve tiempo con Pedro Núñez de Guzmán (según los genealogistas que en el siglo XVI escribieron para los Duques de Medina Sidonia su árbol genealógico, tratando de dotar sus orígenes de dignidad y legitimidad).

            Segundón de la casa o hijo ilegítimo, en 1275 Guzmán abandonaría León para asentarse en tierras andaluzas, donde tenía familia, tal vez  por desavenencias con sus hermanos, aunque lo habitual era que todo segundón de la época buscara hacer fortuna de la forma más oportuna para un noble de aquellos tiempos, empuñar las armas en cuantas campañas bélicas pudieran ofrecerle poder y gloria. Con  22 años se incorpora al ejército de Alfonso X el Sabio, luchando como adelantado de los ejércitos cristianos en Andalucía, combatiendo desde entonces unas veces en España, del lado de las tropas cristianas, y otras en África, junto al rey de Fez (Abu Yusuf), enfrentándose a otros grupos musulmanes y obteniendo con ello importantes beneficios económicos, origen de su fortuna y posesiones. Una época sumamente revuelta en el solar español, con diferentes reinos disputándose ciudades y territorios, enfrentando  a padres, hijos y otros posibles descendientes en continuas luchas internas para las que se pide ayuda a los reyes y caudillos musulmanes; una lucha no entre moros y cristianos sino de poderes en la que todos quieren hacerse con todo. En este marco histórico vive y lucha Guzmán el Bueno. En España, siempre a favor de los cristianos, aunque luche junto a los ejércitos musulmanes que acuden en ayuda de estos, eligiendo a los reyes “oficiales” frente a quienes se sublevan contra ellos. Primero a favor de Alfonso X el Sabio frente a su hijo Sancho IV, para, a su muerte, apoyar a éste como legítimo heredero del anterior frente a su hermano el infante don Juan. Precisamente en esta etapa tiene lugar el suceso que dio pie a la conocida “leyenda de Guzmán el Bueno” que lo convirtió en héroe de la cristiandad e inspiración de romances, tragedias, comedias, poemas e incluso una ópera.

            Gobernaba Alonso Pérez de Guzmán la plaza de Tarifa, nombrado alcaide de la misma por el rey Sancho IV tras habérsela arrebatado a los benimerines en 1292, cuando un año después vuelven estos a sitiar la ciudad, valerosamente defendida por los hombres de Guzmán. La  leyenda y la literatura que tal hecho ha generado a lo largo de los tiempos transmiten la impresión de tratarse de una lucha de musulmanes frente a cristianos, cosa que no es así.  En el bando sitiador se encuentra el infante don Juan, aliado a los benimerines en una lucha de poder contra su propio hermano el rey Sancho IV, a quien pretende arrebatarle el trono. No son los musulmanes quienes apresan al hijo de Alonso Pérez de Guzmán, de 10 años, y  le amenazan con degollarlo si no rinde la plaza, sino el propio infante quien propone la treta seguro de que el alcaide cederá a la exigencia rindiendo Tarifa. Es imposible saber  si tal circunstancia fue una auténtica amenaza o  un “farol” ante el que se espera la lógica renuncia al juego del contrincante. Seguramente la reacción fue la menos esperada y el Alcaide de Tarifa puso por encima de la vida de su hijo su deber para defender una plaza entregada por el legítimo rey, tal  vez en la creencia de que su rival no cumpliría su amenaza, pues no dejaba de ser un noble cristiano. El  hecho de lanzarles su propio puñal, tal vez fue un “farol” aún más grande que el propio chantaje, un juego de poder que seguramente terminó yéndosele de las manos a ambos jugadores observados por unos espectadores frente a quienes no podían permitirse la posibilidad de quedar por debajo del enemigo; un peligroso juego  en el que D. Juan, aliado de los benimerines que querían para sí la plaza a cambio de su apoyo, trataba de ganar tiempo antes de que llegara la flota que acudía en ayuda de Alonso. Finalmente, el principal perdedor resultó ser el inocente hijo de Guzmán, Pedro Alonso Pérez de Guzmán.

            La hazaña realizada por Guzmán frente al asedio de Tarifa, si verdaderamente puede llamarse hazaña a consentir el sacrificio de un hijo menor de edad, marca su paso al elenco de héroes de la Historia española, aunque lo hace pasado el tiempo, lo que tal vez justifique la necesidad de adjudicar el asesinato del menor a los musulmanes: ¿para esconder algo ante la Historia?, ¿por encontrar más justificable el degollamiento de un menor por un ejército “infiel” que por un noble “cristiano”? ¿para justificar la “fiereza” de unos frente a la “nobleza” del otro?… En cualquier caso, Guzmán el Bueno trascendió la Historia de la mano de su leyenda. Pero ¿y si hubiera claudicado ante la amenaza de matar a su hijo pequeño, si hubiera antepuesto la seguridad de su retoño a la defensa de la ciudad confiada? ¿Le hubiera tratado igual la Historia? ¿Lo hubiera reconocido León como hijo de uno de sus más ilustres linajes? ¿O se habría perdido para siempre en el silencio como lo hicieron antes o después de él tantos otros?

Sirvan estas preguntas para abrir una vía de reflexión en un momento histórico en el que el discurso entre la vida y la muerte de seres inocentes en todo el mundo sigue estando lleno de incongruencias y contradicciones.

            La Historia está llena de personajes anónimos que con sus gestos ganaron o perdieron batallas. Sólo  unos pocos tuvieron la suerte o la desgracia de ser convertidos en héroes;  si “suerte” es quedar para siempre unido a tantas páginas como se han escrito con su historia y con su nombre; si consideramos “desgracia”  que lo único que trascienda de ellos sea un breve momento de su vida, seguramente tergiversado y manipulado hasta esconder tras él su verdadera trayectoria vital. ¿Fue éste el caso de Guzmán el Bueno? El “bueno” un apodo que muchas fuentes consideran ligado a tan  “noble” hecho,  mientras otras lo unen a la circunstancia de que en época medieval “el bueno” significaría “el rico”, un aspecto que se adaptaría perfectamente a la condición de un personaje que amasó una de las fortunas más importantes de aquella época. Mejor así.  

Las leyendas suelen presentar apariencias de realidades bien distintas. Apasionante tarea la de saber que se esconde en realidad tras de ellas.

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